24 de agosto de 2011

La leche, el mito del calcio...

La leche es una secreción glandular característica de todos los mamíferos. Los mamíferos son un orden de animales cuyas hembras poseen unas glándulas especiales (mamas) destinadas a alimentar a sus crías en las primeras etapas de su vida. Una vez que la cría alcanza un desarrollo suficiente para alimentarse de manera autónoma, la leche es abandonada y jamás vuelve a ser utilizada en la edad adulta. El ser humano es el único mamífero que infringe esta norma:continua consumiendo leche durante toda su vida, y con el agravante de tratarse de leche de otras especies. En este sentido, la mayoría de los niños pierden, a medida que crecen,  la enzima que permite digerir la lactosa de la leche, como parte natural de su desarrollo coincidiendo con el destete.
 
No hay que olvidar que cada leche posee una formulación especialmente “diseñada” para alimentar a las crías de esa especie. Lógicamente, el contenido de la leche de vaca no es el mismo que el de la leche humana, aunque su aspecto de  la impresión que todas las leches son iguales. El contenido en grasas y proteínas de la leche de vaca resulta excesivo para el ser humano, y las proporciones de otras sustancias son diferentes.  Además, la leche sirve de vehículo de transmisión entre madre y bebé de una variedad todavía no muy bien conocida de hormonas, anticuerpos y otros factores inmunológicos.
 
Si hasta hace poco, el consumo de leche en estado natural se defendía como tradicional y saludable,  la situación  cambió. En la actualidad, casi nadie puede consumir leche en estado natural, y los productos lácteos que ofrece el mercado han sido sometidos a diversos procesos de conservación y transformación.
 
 
Sedice que los procesos de esterilización actuales (pasteurización, UHT, etc.) son seguros para el consumidor, al eliminar todos los gérmenes. En realidad, estos procesos  transforman las cualidades  de la leche, convirtiéndola en un producto “muerto” con la consigna de  hacerla menos perecedera, o sea,  que dure en los supermercados durante mucho tiempo, evitando pérdidas económicas. Los procesos de esterilización, alteran las sustancias nutritivas (proteínas, vitaminas, enzimas) y junto con los aditivos que se incorporan, sólo agravan el problema.
               
La industria láctea está constantemente renovando sus líneas de productos e intentando captar nuevos mercados mediante agresivas técnicas publicitarias. Entre los productos lácteos de consumo, existe una amplísima gama. Es curioso observar cómo han ido intentando salvar los problemas que acarrean haciendo modificaciones para que “se adapten a las necesidades nutricionales de cada individuo”. En definitiva, lo que nos venden es un “brebaje industrial” que nada tiene que ver con el producto “natural” original y sus supuestas virtudes

Muchos alimentos son más ricos en calcio que la mayoría de los productos lácteos, poniendo en duda el papel de los mismos como  principal fuente de ese mineral.

El calcio de los vegetales, algas, frutos oleaginosos, etc., es muy bien recibido por nuestro organismo que está preparado para  asimilarlo. En cambio, el calcio de los productos lácteos, debido a la caseína y la relación  calcio/fósforo,  no es asimilado de la misma forma. H. Diamond (Estados Unidos) demostró que la caseína de la leche disminuye la asimilación del calcio. 
               
La relación calcio / fósforo de la leche de vaca y  su contenido  elevado en fósforo,  acidifica al  PH  sanguíneo,  obligando al organismo a extraer al Calcio de sus reservas naturales óseas, después de haber
utilizado el calcio proveniente de la alimentación.
       
Entre los distintos tipos de leche existen diferencias de bio-disponibilidad  natural. Por ejemplo, el hierro de la leche materna es absorbido por el ser humano entre el 50 y el 80 %, mientras que el de la leche de vaca se absorbe entre el 5 y el 10 %.

El 55 % de los lípidos de la leche materna son ácidos grasos poli-insaturados, benéficos para la salud. La leche de vaca, en cambio, contiene un 70 % de ácidos grasos saturados que representan a las grasas causantes de diversas enfermedades, entre ellas las cardiovasculares,
              
Intolerancia a la lactosa a partir de cierta edad. Según numerosos estudios, la lactasa, o sea la enzima que digiere la leche, pierde su actividad en forma parcial o total en un sector de la población, ocasionando intolerancia a los lácteos, alergias, problemas  digestivos, inmunitarios, etc.

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